La Laguna Negra debe su nombre a las oscuras aguas que le dan cuerpo, producto de un lecho tan fragmentado que las partículas en suspensión obstaculizan la refracción de la luz y le otorgan el característico tono oscuro. Pero no siempre fue ese su principal atributo, antes se la conoció como Laguna de los Difuntos, nombre ya en desuso pero que alude a un pasado no muy distante, cuando los nativos de la zona utilizaban las cuevas de los cerros lindantes como lugar de reposo para sus fallecidos.
El espejo de agua de unos 182 kilómetros cuadrados, está ubicado a diez kilómetros de Punta del Diablo, y su acceso se encuentra en el Km 302 de la ruta 9, justo en frente del ingreso al parque nacional Santa Teresa.
La exuberante naturaleza, el canto de las aves, las sombras de los cerros recortadas contra el firmamento y las rocas que salpican el paisaje aquí y allá dan al entorno un agradable aire serrano. Su superficie es vasta y poco profunda (con un máximo de cinco metros en las partes más hondas), haciéndola un área recreativa ideal con riesgos mínimos a pesar de ser un ambiente silvestre. Las aguas serenas de la laguna son propicias para paseos en catamarán, kayak, standup board o incluso natación.
La vegetación que linda con el lago se asemeja a pequeños bosquecillos que invitan al visitante a pasear por sus senderos naturales para observar un mundo de colores, sonidos y olores cautivadores y casi olvidados. En ciertas épocas del año pueden incluso realizarse recorridos a lomo de caballo por el área.
Todo el entorno confabula para hechizar al visitante. Nos invita a permanecer, nos invita a la contemplación, al silencio, quizás a la reflexión, también al disfrute de una charla y mates, a chapotear en sus aguas, a recorrer sus senderos y admirar el límpido cielo.
Pero el encanto no termina allí, y la Laguna sabe recompensar la paciencia de quienes aguardan hasta las últimas horas de la tarde. El ocaso se ciñe sobre el horizonte, el cielo reverbera en colores, sobre el agua apenas mecida por el viento un Sol cansado obsequia destellos de oro y el lago parece arder con mil sirios fugaces.
Aún en el mundo sobreviven pequeños retazos de paraíso, la Laguna Negra es sin duda uno de ellos.